Por Santiago Ortiz
Periodista y dirigente sindical.
La Mesa de la Unidad Democrática, grupo que articula a la oposición derechista al gobierno de Nicolás Maduro, ha retomado un camino que ya intento en 2014 cuando entre los meses de febrero y abril mantuvo protestas violentas casi diariamente, la táctica que incluía el derrocamiento del gobierno chavista por vía de un golpe de estado cívico/militar, fracasó en aquel momento al no encontrar apoyo en la mayoría de la población, ni dentro de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.
Tras la victoria electoral de diciembre de 2015, en las elecciones parlamentarias, la MUD se propuso quitar del poder a Maduro en menos de seis meses, sin embargo la falta de cohesión interna de la mencionada fuerza política hizo que esos planes fracasaran; luego intentaron convocando, bajo la batuta de Henrique Capriles – candidato presidencial de la derecha varias veces derrotado por el chavismo-, a un referéndum revocatorio donde también la falta de unidad le jugó una mala pasada a la Mesa, según el gobierno propios sectores internos de la MUD le hicieron llegar la información respecto a las firmas fraudulentas para pedir el revocatorio lo que llevó a que el Poder Electoral suspenda la convocatoria a Referendum. En eso se fue el 2016 y la derecha se veía cada vez más desgastada, el gobierno insistía en el dialogo y las primeras muestras de recuperación de la crisis de abastecimiento y de la fuerza política del chavismo configuraban un 2017 favorable para la Revolución Bolivariana.
Un último intento de desestabilización se dio en diciembre pasado cuando cerca del 80% de los billetes del país desaparecieron de circulación, muchos acaparados en grandes almacenes dentro de Venezuela y otros fuera del país –como las 30 toneladas de billetes que se encontraron en Paraguay- pero la oportuna acción del gobierno evitó lo que pudo ser un fin de año catastrófico para la población caribeña.
Con el panorama descrito, sumado a un primer trimestre de 2017 donde el gobierno logró recuperar la iniciativa, alcanzando a unas 6 millones de familias, cerca del 85% de la población, con los Comités Locales de Producción y Abastecimiento lo que garantizaba el consumo de los productos alimenticios básicos burlando el desabastecimiento programado que se vivió en el país durante el 2015 y parte del 2016; la oposición veía diluirse las posibilidades de llegar al Palacio de Miraflores por vía de algún atajo.
Así llegó abril y tras una polémica decisión del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, mediante la cual este órgano y el Poder Ejecutivo asumían funciones que la Asamblea Nacional, declarada en desacato, no cumplía; la oposición recibió la señal que estaba esperando. Desde la sede de la Organización de Estados Americanos en Washington una coalición de gobierno conservadores alineados con la Casa Blanca – encabezados por Argentina y México- convocó y resolvió, sin el apoyo de la mayoría de los miembros del bloque, una declaración contra Venezuela donde afirmaban que había existido una ruptura del orden democrático en el país bolivariano. Como quien escucha el silbato de largada en una carrera la MUD inmediatamente retomó su táctica desestabilizadora del 2014, sin embargo, la resolución del TSJ que había generado la crisis fue revisada y revocada por el propio tribunal a pedido de la Fiscal General de Venezuela y con apoyo del propio presidente Maduro. Mientras la violencia tomaba niveles cada vez más elevados, la MUD decidió exigir elecciones de regionales como lo establecía el calendario electoral para este año, Maduro respondió pidiendo al Consejo Nacional Electoral que las elecciones se convoquen inmediatamente; de vuelta la Mesa quedaba descolocada, entonces lanzaron el grito de “elecciones no, libertad sí. Maduro vete ya”. A esas alturas la crisis parecía no tener retorno, la actuación de francotiradores que atacaban indistintamente a las manifestaciones chavistas y opositoras, eran otra muestra de la búsqueda del caos que algunos sectores de la derecha pretendían instalar a fin de generar condiciones similares a lo acontecido en Libia y Siria, algo así como una guerra civil que justifique la intervención extranjera o “que las Fuerzas Armadas y la Guardia Nacional bajen sus armas y nos dejen pasar” a decir de la mediática vocera de la MUD Lilian Tintori. Las manifestaciones, mucho menos masivas y menos extendidas que las de 2014, han sido más violentas que aquellas, afectando principalmente a personas no identificadas con ninguno de los dos sectores y generando un rechazo del 86% de la población que no aprueba las acciones violentas como la quema de dispensarios médicos, escuelas, guarderías infantiles y otros edificios públicos y privados que han dejado un saldo de 39 fallecidos.
Más allá de las consignas levantadas por la MUD, es importante buscar las causas más profundas de esta nueva avanzada de los sectores más violentos de la oposición venezolana, como indicáramos las causas internas jugaron un papel preponderante: el desgaste de la MUD y la recuperación de fuerzas del chavismo, que se refleja en que solo el PSUV, sin sus aliados habituales, concentra cerca del 40% del apoyo popular según encuestas manejadas por el chavismo, generaron escozor en los líderes de la Mesa.
A esto se suma la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump, al que el presidente Maduro califica como “extremista y más peligroso que George Bush”, la intención del Magnate-Presidente habría sido golpear duro de entrada a fin de recuperar por completo el orden en “el patio trasero”, es así que fuentes diplomáticas señalan que el gobierno norteamericano habría presionado fuertemente a México –chantajeandolo con gravar las remesas de los mexicanos en EEUU para con ese dinero construir el muro fronterizo, si el gobierno de Peña Nieto no respondía a sus órdenes- y a otros países del Caribe en situación de mucha dependencia económica, para que voten contra Venezuela en la OEA. Las antiguas apetencias norteamericanas sobre Venezuela cuyos inicios se remontan a 1908, cuando un golpe de estado instaló una dictadura que entregó por décadas el petróleo a las grandes empresas petroleras estadounidenses, se reafirma hoy al confirmarse que además de una de las mayores reservas petroleras del mundo, Venezuela también cuenta con reservas muy significativas de gas, agua dulce, oro y otros importantes minerales.
Finalmente, la necesidad de derrotar un modelo económico y político que es un “mal ejemplo” para los países de la región es otra de las principales motivaciones para esta nueva escalada violenta. Aquí juegan un papel fundamental la guerra mediática y económica que afectan hoy a la Venezuela chavista, la intención de derrotar moralmente al modelo de construcción del llamado “socialismo del siglo XXI” es lo que moviliza a las fuerzas de la derecha interna y externa que buscan instalar que las transformaciones iniciadas en 1999 fracasaron, sin embargo, una gran parte de los venezolanos no olvida lo que vivieron durante la llamada “cuarta república” o el pacto de punto fijo, que entre otros alarmantes indicadores tenia al 50% de la población en pobreza, apenas un 22% de jubilados y una desigualdad exasperante, situación que fue cambiando desde el inicio de la Revolución y que se han sostenido en los últimos años a pesar de las dificultades debido a la baja del precio del petróleo, la inflación generada por especuladores cambiarios y el desabastecimiento programado por las grandes empresas especuladoras. Tener una de las mayores cifras de pensionados a nivel mundial, bajas tazas de analfabetismo, una de las mayores matrículas universitarias, haber incrementado la contratación colectiva, el acceso al seguro social y a la vivienda son algunos de los logros que la Revolución Bolivariana saca a relucir en momentos donde el asedio pretende decretar nuevamente el fin de la historia y el derrumbe de la nueva esperanza surgida hace ya dieciocho años.