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viernes, 2 de junio de 2017

Políticas del gobierno atentan contra el empleo

Miles de jovenes buscan un empleo.
 Por Santiago Ortiz.

Todos podemos imaginar lo difícil que resulta para un ser humano estar desempleado, la desesperación, la angustia, la presión y la depresión. ¿Podemos realmente imaginarlo? La verdad es que el desempleo cada vez golpea más fuerte, podría ser la historia de Carlos, María, Juan o Pedro, de cualquiera de las más de cien mil personas que aquí en la capital y sus alrededores buscan sin éxito un empleo. 

Las cifras arrojadas por el informe de la Encuesta Continua de Empleo, nos muestra que en 2016 el desempleo se ubicó en un promedio de 7,7%, superando el 6,45% promedio del año 2015 y que en el primer trimestre del 2017 el fenómeno continuó su marcha ascendente llegando a afectar al 8,4% de la población económicamente activa de la capital y el Departamento Central. En términos absolutos podemos señalar que el desempleo afecto a veinte mil personas más entre el inicio de 2016 y el primer trimestre del presente año.

Como una suerte de respuesta a esta situación el Ministerio del Trabajo Empleo y Seguridad Social, anunciaba a comienzos de este año que realizaría veinticuatro ferias de empleo en el 2017. Las crónicas hablan de exitosas ferias de empleo, miles de carpetas recepcionadas, enormes tinglados abarrotados de jóvenes deseosos de encontrar un puesto laboral. ¿Es acaso el trabajo una simple mercancía más que se ofrece en una feria donde miles pelean por quedarse con los últimos puestos? ¿Son las ferias de empleo una solución real, una política pública acertada para acabar con la desocupación?

Según las cifras de la encuesta Continua de Empleo la comparación entre el primer trimestre del 2016 y el de este año nos muestra que la Tasa de Actividad, es decir la gente que busca o tiene empleo, creció en ocho mil personas sin embargo en este periodo se han perdido dos mil puestos de trabajo, es decir la generación de empleos en el país no alcanza para atender si quiera el crecimiento vegetativo de la población que demanda un puesto laboral y mucho menos para acabar con el desempleo.

Las cifras nos muestran que las políticas públicas del nuevo rumbo, no solo han fracasado en la posibilidad de ofrecer “igualdad de oportunidades”, al contrario, han atentado directamente contra el empleo y contra la calidad de vida de los trabajadores. Los anuncios rimbombantes de grandes obras para justificar el mega endeudamiento por la vía de los bonos soberanos, el supuesto ahorro de fondos públicos por la austeridad del gobierno que recorto beneficios a los trabajadores del estado, la reducción del gasto público, todo ha sido una gran mentira o un gran fracaso. Las deudas están, pero no se generó trabajo, se recortaron los beneficios afectando la capacidad de compra de uno de los sectores más dinamizadores de la economía – el funcionariado público- se recortó el gasto público, pero los beneficios no se ven ni se sienten.

Lo que si se ve y se siente es la falta de circulante, la pobreza y la frustración de una enorme porción de la población que no logra llegar a fin de mes, que esta sobre endeudada y que no logra ver la luz al final del túnel. Podemos seguir sumando cifras oficiales que avalan que el mentado crecimiento macro económico del que se jacta el gobierno no ha significado ningún avance para la mayoría de la población. La caída del salario real en 2,5%, la mayor de la región según la OIT, la disminución del promedio de ingreso mensual de los asalariados en el último año, unas 105 mil personas que aun trabajando más de ocho horas diarias no perciben el salario mínimo, son muestra de la decadencia de las políticas laborales del gobierno actual.

Mientras el gobierno siga profundizando la línea de dejar al libre mercado la demanda y la oferta laboral, acompañada de una flexibilización laboral de facto, en síntesis con una política que solo favorece al gran capital en detrimento de los trabajadores, de la pequeña empresa y del mercado interno; será imposible pensar en una política de empleo que actúe como eje central de la dinamización de la economía y de la redistribución de la riqueza que ayuden a paliar la ignominiosa desigualdad y la miseria que afecta a una porción importante de los paraguayos.

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